Nota:
Cuando apenas tenía unos meses de miembro de la Iglesia, ví ésta historia en video, allá por 1990. Justo en la Conferencia de octubre de 1989, el Presidente Ezra T. Benson había dado un inspirado mensaje sobre "Inundar la Tierra con el Libro de Mormón". Creo que aquél mensaje y la historia de éste hermano, ayudaron a muchos jóvenes a alistarse para ir de Misión. ¡Qué bueno es haber sido parte de aquélla profecía y del deseo del humilde hermano Vincenzo, de esparcir el conocimiento de los profetas que Dios tuvo en éste continente!
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Resúmen.
Un ministro protestante italiano en los inicios de 1900, dejó su ministerio por un libro sin nombre. Veinte años más tarde, él descubre que se trataba de El Libro de Mormón.
La historia relata como el hermano Francesca obtiene su conversión en forma notable. Este es un artículo con fecha mayo de 1968 del Improvement Era páginas 4-7; del Deseret News Church , del 28 de febrero de 1951, pagina 12-13; y de una carta que el hermano Francesca escribió al hermano Fairbanks. La carta, actualmente se halla en los archivos de la Iglesia, la cual está en inglés y relata su lucha durante cuarenta años para unirse a la Iglesia.
(Traducción realizada por el Administrador de este blog, sujeto a correcciones)
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Por: Vincenzo di Francesca (1888- 1966); extraído de Ensign, enero de 1988
Recuerdo los acontecimientos de mi vida cuando en una fría mañana en la ciudad de Nueva York, en febrero de 1910, meditando sobre mis sentimientos en Dios y de cómo había cuidado de mi existencia. El celador de la capilla italiana me entregó una nota para mí proveniente del pastor. Él estaba enfermo en cama y deseaba que me presentara en su casa, para tratar asuntos de importancia que discutir referentes a la parroquia.
La furia del viento revolvió las páginas, y precipitadamente leí nombres como Alma, Mosiah, Mormón, Moroni, Isaiah, Lamanitas, exceptuando por Isaías, todos eran nombres que nunca había oído antes. Envolví el libro en un periódico que había comprado cerca y que llevaba hacia la casa del pastor.
Después de unas pocas palabras con el pastor, tomé nota de lo que debería hacer por él. De regreso me preguntaba quiénes serían las personas con esos nombres extraños. ¿Y quién sería ese Isaías? ¿Sería el que estába en la Biblia o algún otro Isaías?
En casa, me senté frente a la ventana, ansioso por saber mas de ese libro impreso. Revolví las páginas rotas y leí las palabras de Isaías, estaba convencido de que era un libro religioso hablando de cosas venideras. Pero la incógnita fue el nombre de la iglesia que enseñaba tal doctrina, porque la cubierta y el frontis habían sido despojados. La declaración de los testigos me dió confianza de que se trataba de un libro verdadero.
Entonces, compré alcohol y algodón de veinte centavos en la farmacia del barrio y empecé a limpiar las páginas. Pasé varias horas leyendo las demás páginas, las cuáles me reportaron conocimiento y me dejó hechizado sobre la procedencia de esta revelación fresca, de dónde habría venido. Leí y releí, dos veces y dos veces otra vez, y hallé que el libro era un quinto evangelio del Redentor.
Al final del día, cerré la puerta de mi cuarto, me arrodillé con el libro en mis manos, y leí el capítulo diez de Moroni. Oré a Dios, el Padre Eterno, en el nombre de su Hijo, Jesucristo, para saber si el libro era de Dios, si era bueno y verdadero, y si debería mezclar sus palabras con las palabras de los cuatro evangelios en mi predicación.
Sentí mi cuerpo ponerme frío como el viento del mar. Entonces mi corazón comenzó a palpitar, y tuve un sentimiento de felicidad, encontré algo precioso y extraordinario, soporté la consolación para mi alma y me dejó con una alegría que el lenguaje humano no puede encontrar expresiones para describir. Había recibido la seguridad de que Dios había contestado mi oración y que el libro era de máximo beneficio para mí y para quienes leyeran sus palabras.
Mantuve mis servicios en la parroquia, pero mi predicación estaba teñida con las nuevas palabras del libro. Los miembros de mi congregación estaban tan interesados que se pusieron disconformes con los sermones de mis colegas. Los miembros empezaron a dejar la capilla durante sus sermones y se quedaron cuándo yo ocupaba el púlpito, mis colegas se enojaron conmigo.
El comienzo de la discordia empezó en la Navidad de 1910. En mi sermón de la tarde, conté la historia del nacimiento y la misión de Jesucristo según mi libro nuevo. Cuándo terminé, algunos de mis colegas públicamente contradijeron todo lo que había dicho. Me denunciaron y me entregaron al Comité de Censura para una acción disciplinaria.
Cuando aparecí ante ese comité, los miembros me dieron un paterna consejo. Me aconsejaron quemar el libro, dijeron que era del diablo, dado que había causado tantos problemas y había destruido la armonía de los hermanos pastores. Contesté, " no quemaré el libro porque temo a Dios. Le he preguntado si es verdadero, y mi oración fue contestada absoluta y afirmativamente, lo cuál me hace sentir en el alma el de defender su causa ahora "." Sentí entonces que el día vendría cuando el libro no sería más una incógnita y que podría disfrutar de los efectos de la fe entregados hacia mí para resistir al Comité de Censura."
En 1914 estuve otra vez ante el concejo. En un tono acogedor, sugiriendo que sus palabras en la audición previa pudieron haberme provocado, lo cuál lamentaron, y que todos ellos me amaban. Sin embargo, se me dijo, que debía guardar obediencia y que debía quemar el libro.
No podía negar las palabras del libro ni quemarlo, podría al hacerlo ofender a Dios. Dije que miraba hacia adelante con alegría, el tiempo cuando la iglesia al cual el libro pertenecía sería dada a conocer para mí y pertenecer a ella. " ¡Basta! ¡Basta!" gritó el principal del concejo. Él entonces leyó la decisión. Tres semanas más tarde: Era despojado de mi posición como pastor de la iglesia y de cada derecho y cada privilegio que previamente había disfrutado.
En noviembre de 1914, fuí llamado al ejército italiano y entrar en acción en Francia. Hice amistad con algunos hombres en mi compañía y les conté la historia de la gente de Ammon y de cómo se habían rehusado a derramar la sangre de sus hermanos, enterrando sus armas en vez de ser culpables de esos grandes delitos. El capellán me reportó al coronel, y al día siguiente fui escoltado a la oficina del coronel. Él me pidió que le contara la historia. Entonces me preguntó cómo había adquirido el libro. Recibí como castigo una ración de diez días a pan y agua, y la orden de no hablar más del libro.
Después de la guerra, regresé a Nueva York donde encontré a un viejo amigo, un pastor de mi anterior iglesia. Él habló por mí con el concejo, y fui finalmente admitido como un miembro común. Como un experimento, se acordó que debía acompañar a uno de los pastores en una misión por Nueva Zelanda y Australia.
En Australia, encontramos a algunos inmigrantes italianos que preguntaron acerca de los errores en algunas traducciones de la Biblia. No se saciaron con las respuestas de mi compañero. Cuando me preguntaron acerca de eso, otra vez conté la historia de la aparición de Cristo en América. Cuando me preguntaron donde había aprendido tales enseñanzas, las conté sobre el libro que había encontrado. La historia fue dulce para ellos pero amarga para mi colega. Él me reportó al concejo, y otra vez fui separado de la iglesia.
Regresé a Italia poco después. Entonces, en mayo de 1930, al buscar en un diccionario francés sobre alguna información, repentinamente vi la palabra "mormón". Leí las palabras cuidadosamente y encontré que un Iglesia mormona se había establecido en 1830 y que esta iglesia manejaba una universidad en Provo. Escribí al Rector, pidiendo información acerca del libro y sus páginas faltantes. Recibí en unas dos semanas la respuesta y que mi carta había sido enviada al Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos del los Ultimos Días.
El 16 de junio de 1930, el Presidente Heber J Grant contestó mi carta y me envió una copia del Libro de Mormón en italiano. Él me dijo que también haría la petición para que el Elder John. Widtsoe, presidente de la Misión Europa, cuya sede estaba en Liverpool me visitara. Unos días más tarde, el Elder Widtsoe me escribió, enviándome un folleto sobre la historia del Profeta Joseph Smith, las láminas de oro, y la traducción del Libro de Mormón. Por fin, tenía más de la historia del libro roto que había encontrado encima de un barril de cenizas.
En 5 de junio de 1932, el Elder Widtsoe vino a Nápoles para bautizarme, pero una revolución entre los fascistas y los antifascistas había estallado en Sicilia, y la policía en Palermo se rehusó a dejarme ir hacia la isla. Al año subsiguiente, Elder Widtsoe me preguntósi podía traducir el folleto sobre Jose Smith al italiano y publicar 1,000 copias. Llevé mi traducción a una impresora, Joseph Gussio, quien llevó el material a un obispo católico. El obispo ordenó al impresor destruir el material. Entablé juicio contra la impresora, pero todo lo que recibí del tribunal fue una orden para que se me devolviera el folleto original.
Cuando el Elder Widtsoe fue relevado como presidente de la misión en 1934, entablé correspondencia con el Elder Joseph. F. Merrill, quien lo reemplazaba. Él tomó las medidas para enviarme la "Estrella Mileraria", la cuál recibí hasta 1940 ya quedebido a la Segunda Guerra Mundial, se interrumpió la suscripción.
En enero de 1937, Mayor R. Lyman, sucesor del Presidente Merrill, escribió que él y el Elder B. Hugh estarían en Roma un cierto día. Los podría encontrar allí y poder ser bautizado. Sin embargo, la carta demoró por las condiciones de guerra y no la recibí a tiempo.
De 1940 a 1949, fui aislado de todas las noticias de la Iglesia, pero permanecí como un fiel seguidor y prediqué el evangelio de la plenitud de los tiempos. Hice copias de los trabajos que hacía, y traduje varios capítulos al italiano y los envié a varias direcciones con un saludo, " Buenos días. ¡Una pausa esta mañana; Jehovah habla ".
En 13 de febrero de 1949, recibí una carta del Elder Widtsoe desde Salt Lake City, contestando el 3 de octubre de 1950, explicándome que él había estado en Norway. Le envié una carta larga en respuesta en la cual le pedía que me ayudara a ser bautizado, porque consideré que me había puesto a prueba a mí mismo para ser un hijo fiel y un siervo de Dios, observando las leyes y los mandamientos de su reino. El elder Widtsoe preguntó al Presidente Samuel E. Bringhurst de la Misión austríaca y Suiza si podía ir a Sicilia para bautizarme.
En 18 de enero de 1951, el Presidente Bringhurst llegó a la isla y fuí bautizado en Imerese. Aparentemente, éste fue el primer bautismo realizado en Sicilia.
Cuando subí de el agua, dije, " he orado diariamente por largos años para este momento"." Cuándo el President Bringhurst y su esposa hiban a retornar hacia su misión, sacudí sus manos tiernamente y les dije, " Mi estimado hermano y estimada hermana Bringhurst, ustedes apenas puede imaginar qué tan dulce fueron sus palabras para mí. Lo digo con un sentimiento de afecto y aprecio que nunca antes experimenté, pues sé que ustedes me han dirigido a través de la puerta que eventualmente me traerá de regreso a mi Padre Divino, si soy fiel "".
El 28 de abril de 1956, entré al Templo en Bern y recibi mis investiduras. ¡Por fin, podré estar en la presencia de mi Padre Divino! Consideré que la promesa de Dios estaba con creces satisfecha, de que el día había venido verdaderamente cuando el libro no sería más una incógnita para mí y que podría disfrutar de los efectos de mi fe.
El hermano Francesca murió el 18 de noviembre de 1966 en Gesta Gratten (Palermo), Italia. Antes de su muerte, él pudo hacer el trabajo del Templo para muchos de sus antepasados.
Ver video : AQUI
Fuente original en inglés: Página de la Misión Italia
Otras referencias interesantes:
1.- Biografía de Vincenzo Di Francesca (Inglés) - Bella Sión Biografías
2.- The Saga of the Di Francesca Story - The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints
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